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Mallorca, destino de montaña

Al pensar en Mallorca nos vienen dos imágenes a la cabeza: la de sus playas de aguas transparentes y la de los alemanes tumbados en ellas. Pero ¿qué hay de su interior?

Mallorca no solo es bella por su costa, sino también en su interior por sus montañas, por lo que este post va dedicado a reivindicar otro tipo de turismo en la isla, que hace que sea un buen destino en cualquier época del año, no solo cuando las temperaturas son más altas y los precios también.

La Sierra de Tramontana

Valldemosa

La Sierra de Tramontana esconde pueblitos con encanto que bien merecen una visita como Valldemosa. Si Frédéric Chopin y su amante George Sand lo eligieron para pasar una temporada será porque es un lugar digno de inspiración.

En sus callecitas estrechas empedradas con casas blancas y balcones adornados con flores olvidas que estás en una de las islas más turísticas de Europa. Su monumento más importante es el monasterio en el que vivió durante todo un invierno Chopin y que sirvió de inspiración a Sand para escribir el libro “Un invierno en Mallorca”.

Calle de Valldemosa

Lo mejor es coger fuerzas en alguna de sus terrazas probando sus famosas Cocas de Patata, que aunque su nombre pueda llevar a engaño son unos dulces hechos a base de patata, huevo y azúcar.

Tras coger fuerzas lo mejor es seguir la carretera de montaña que hará que quieras pararte cada cinco minutos a admirar las vistas. Si eres aventurero y estás en forma puedes hacer el recorrido andando y subir a Puig des Teix siguiendo una ruta de unas cuatro horas y media hasta su cima (16 km.).

Si prefieres un plan más tranquilo puedes ir hasta el Port de Valldemosa, en el que encontrarás el puerto y una pequeña cala en la que deleitarte con las aguas azules del Mediterráneo.

El Cabo de Formentor

Cabo de Formentor

El punto con mejores vistas de la Sierra es el Cabo de Formentor, que se encuentra en el extremo norte de la isla. Desde el Mirador de Es Colomer se ven unos impresionantes acantilados. Desde el mirador se puede conducir hacia una estrecha carretera secundaria de curvas más sinuosas que nos lleva a la atalaya de Albercuix, construida a finales del siglo XVI, situada a 390 metros por encima del nivel del mar y que tiene unas panorámicas increíbles de la bahía de Pollença.

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