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Una ciudad fantasma rusa escondida en un bosque de Polonia

Ahora mismo estoy en Polonia, en una parte en concreto que no hace mucho fue un trocito de Rusia.

Atravesando un bosque y entrando en una zona militar restringida llena de carteles de prohibido el paso en todos los idiomas llegas a una ciudad fantasma escondida entre los árboles y que no aparece en los mapas desde 1945.

Edificios reducidos a escombros, otros a medio derruir y solo unos pocos lo suficientemente en pie como para cruzar el umbral de lo que antes eran puertas. Eso es lo que hoy te encuentras en Pstrąże, pero hace 30 años esta zona era muy distinta.

Este es el lugar que eligió el gobierno ruso tras la II Guerra Mundial para establecer su base militar más cercana a la frontera con Alemania. Este espacio antes fue ocupado por el ejercito alemán, pero en el momento en que los rusos se hicieron con Pstrąże lo cambiaron por completo.

El ejercito rojo construyó una auténtica ciudad en la que vivieron 7.000 soldados y sus familias (unas 20.000 personas), y la convirtió en un lugar oculto, rodeado por una defensa que impedía que los polacos accedieran a la zona y en un bosque en el que los edificios se confundían con los árboles. Una de las teorías más extendidas de por qué querían estar escondidos es que era el “Pequeño Chernobyl”, un lugar en el que escondían sus armas nucleares listas para atacar en cualquier momento.

La ciudad, ubicada a orillas de un río, estaba comunicada con el resto del mundo por las vías del tren, y en ella había un hospital, dos escuelas, una guardería e incluso un cine.

Nada de ese esplendor quedó cuando en 1989 lo abandonaron Pstrąże en menos de 24 horas en el momento en que Polonia inició la revolución pacífica que les llevó a la independencia. Aunque parezca increíble 20.000 personas abandonaron la ciudad en unas horas dejando tras de sí toda una historia y la mayoría de sus pertenencias. Los soviéticos no sentían apego a lo material, por lo que irse no les supuso un gran problema, simplemente se mudaron y dejaron en pie unos edificios que hoy casi ni existen.

Ahora apenas podemos ver unos ocho edificios, la naturaleza los ha ido deteriorando y estoy segura de que en unos años no serán más que escombros parte del bosque. Dentro de lo que antes eran habitaciones ahora crecen árboles, los tejados han desaparecido y el suelo se ha sustituido por hierba.

Aunque el tejado parezca que se vaya a caer en cualquier momento, hay dos edificios que aún tienen buenas condiciones y que se pueden visitar: el antiguo teatro que conserva su escenario y sus gradas, y lo que parece que fue un edificio de usos comunes, como un comedor o una sala de reuniones enorme.

Pasear por Pstrąże, o lo que queda de ella, te hace transportarte a otra época, pensar en cómo sería la vida en lo que hoy es una ciudad muerta a la que los polacos no prestaron atención durante el periodo soviético y que ahora tampoco quieren saber nada de ella. En 2017 demolieron la mayoría de edificios que habían sobrevivido y hoy, los pocos que quedan, son la única huella que queda de un pasado que todos quieren olvidar.

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