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The Blue Eye, un pozo sin fondo de agua cristalina

El manantial más bonito que te puedas imaginar está en Albania y se llama “Syri I kalter”, o lo que es lo mismo Blue Eye, porque esa es su traducción exacta: el ojo azul.

Solo viéndolo en foto ya nos hacemos una idea de dónde viene el nombre y por qué hace honor a él.

Desde que vi una imagen del famoso Blue Eye tuve claro que ese tenía que ser una de mis paradas imprescindibles en Albania, y así fue. Viajé hasta Sarande desde su capital Tirana en un autobús con el doble de años que yo por lo menos que tardó 8 horas en hacer un recorrido de 283 kilómetros. Ese tiempo se entiende cuando se piensa en unas carreteras con baches, en la antigüedad el vehículo y en que cualquier sitio era bueno para parar y recoger a un nuevo pasajero o mercancía que hicieran más rentable el trayecto.

Sarande es un pueblito costero famoso porque es parada de varios cruceros y por su cercanía a la isla griega de Corfu a la que se puede llegar fácilmente en barco. Pero para mi, solo fue mi parada necesaria para llegar a mi objetivo, a ese ojo azul que tanto deseaba conocer.

Llegar hasta allí no sé si fue fácil, pero sobretodo fue un ejercicio de paciencia. Aunque se puede contratar un tour que te lleva, te deja allí 20 minutos y te trae de vuelta al pueblo por 30 euros; como siempre elegí la opción de ir por libre, que suele ser más barata y que muchas veces también es mejor. Desde la terminal de autobuses salen microbuses que van a Girokaster o a Tirana, y que el Blue Eye les pilla en la misma ruta por lo que por unos pocos leks te dejan en el inicio del camino que te lleva hasta allí.

Suena fácil ¿verdad? Fui a la terminal de bus, pregunté al primer microbús que me encontré si paraba en el Blue Eye y me dijo que sí, así que me monté y allí empezó la espera. Hasta que no se llena el bus hasta arriba (con gente de pie incluida) no se sale, por lo que tienes que dejar algo en tu asiento para reservarlo y bajarte y armarte de paciencia para esperar a que se decida a salir. En ese proceso notarás como todos te observan, los turistas es algo que a los albaneses aún les llama muchísimo la atención y así podrás pasar casi dos horas como yo.

Una vez que conseguimos arrancar el trayecto es muy corto, son solo 22 kilómetros que se hacen en menos de 20 minutos y solo tienes que bajarte donde el señor conductor te diga y pagarle 150 leks (1,22 euros) por el trayecto. Allí no hay perdida, hay un cartel que te indica el camino y a los pocos minutos llegas a una garita en la que hay que pagar 50 leks (40 céntimos) para entrar al parque natural. Yo iba emocionada esperando encontrarme el paraíso, pero por el camino me encontré todo lo contrario, el sitio está muy descuidado, lleno de basura, de hecho parece un vertedero.

A pesar de la suciedad, la ruta recorre un embalse y un río y al final del camino por fin llegas al ansiado Blue Eye! Y merece tanto la pena que al segundo de verlo se te olvida todo lo anterior.

Del fondo de un río en el que se te pierde la vista en la profundidad emana el agua más cristalina que te puedas imaginar, y se confunde con la profunda oscuridad del centro del manantial, como si fuera una pupila y el agua fuera al iris. Al segundo entiendes por qué han decidido llamarlo “el ojo azul”.

Yo fui en noviembre, en temporada baja y lo pude disfrutar para mi sola. En verano la experiencia es un poco diferente y aunque está prohibido bañarse, algunos valientes lo hacen, porque hace falta ser muy osado para meterse en un agua que está siempre a 10 grados.

Nadie sabe cuán profundo es, porque hasta el momento solo se han explorado 40 metros y no se ha encontrado el fondo, pero lo que está claro es que sea lo profundo que sea es fácil caer en el abismo de su encanto.

Se siente una tranquilidad infinita al ver el agua cristalina, y no entiendo como en 20 minutos que duran los tours alguien sea capaz de disfrutarlo, porque es un espectáculo para los cinco sentidos que es mejor saborear con tranquilidad.

Con el objetivo cumplido y la retina llena del ojo más azul y más bonito que he visto en mi vida tocaba regresar a Sarande. Volver no fue “tan fácil” como ir, tuve que esperar un tiempo largo en la carretera a que pasara algún autobús pero no pasó ninguno. Al final me recogió alguien que pensé que era un simpático señor que se apiadaba de turistas despistados y les llevaba al pueblo, pero al llegar me cobró 1000 leks (8,16 euros) por el trayecto, por lo que creo que lo que hacía con los turistas despistados no era precisamente apiadarse…

En cualquier caso fue toda una experiencia que mereció la pena y que repetiría sin dudarlo.

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