En el corazón de Albania, lejos de la costa y de las montañas, encontramos una ciudad que parece anclada en el tiempo, en la época medieval en la que las casitas de piedra con tejados rojos y los castillos formaban parte de la geografía de cualquier pueblo.
A ambos lados del río Osum y escalando sobre la montaña encontramos decenas de casas con grandes ventanales cuadrados, dispersas sobre callecitas estrechas empedradas que han sido pisadas durante siglos, lo que le ha valido para convertirse en patrimonio de la humanidad. Dicen que las ventanas parecen ojos, pero a mi no me lo han parecido, solo he encontrado tras ellas la mirada curiosa de los habitantes de Berat. Con esa curiosidad te miran también cuando pasas por su lado, cuando te sientas en un restaurante, cuando compras algo… en definitiva si te sientes observado en este pueblo no es por las ventanas, sino porque los turistas aún despiertan demasiada curiosidad en un lugar en el que ver a alguien con una cámara que habla un idioma distinto les parece algo exótico.
Eso no quita para que sean contigo muy amables y serviciales y te ayuden en todo lo que necesites. Especialmente cuando les dices que eres de España y te cuentan que saben algo de español por las telenovelas, y te hablan, como no, de fútbol.
Les podrás conocer mejor en el lugar en el que te hospedes. Los sitios en los que alojarte son pocos y la mayoría son casas de huéspedes en las que convivirás con las personas que te alquilen una habitación. Así podrás ver como vive una familia albanesa, quedarte en una de esas casitas con años de historia y disfrutar de la gastronomía de la zona en el desayuno que te suele incluir siempre. No es barato (18 euros por noche de media) porque la oferta es muy poca, pero prefiero pensar que también estás pagando por una experiencia que no vivirías en una habitación de hotel que podría estar en cualquier lugar. Tus anfitriones puede que ni siquiera hablen tu idioma, pero hablan el idioma universal de la amabilidad y seguramente se desvivirán porque estés bien.
Berat no es una ciudad en la que haya demasiado que hacer aparte de vivirla, hablar con su gente, pasear por sus calles y subir a su castillo; que no es un castillo como esperas, sino una pequeña ciudadela amurallada en la que los turistas pagamos 100 leks (0,80 euros) por entrar. Sus murallas son del siglo XIV y desde él tenemos unas vistas de toda la ciudad a vista casi de pájaro porque se encuentra en lo alto de una colina.
En un día puedes ver todo lo que Berat tiene que ofrecer aunque yo tuve que pasar dos noches en la ciudad porque el primer día llegué más tarde de lo que pensaba. El autobús que te trae hasta aquí desde Tirana tarda más de cuatro horas y media para un trayecto que en un coche sería hora y media. Si usas el transporte público en Albania aprenderás que hay que tener paciencia: no hay horarios, no inician el viaje hasta que el bus no está casi lleno, hacen mil paradas por el camino… pero al menos en alguna de esas paradas se suben vendedores de chucherías y bebidas para hacerte más ameno el viaje.
Leave a reply