Cuando eres pequeño te dicen que no hables con desconocidos y cuando creces un poco más que no puedes confiar en los extraños.
Y después de eso llegas tú y decides hacer couchsurfing desoyendo todos los consejos. Pero supongo que en eso consiste crecer, en poner a prueba lo que te han enseñado.
El couchsurfing es un gran ejemplo de lo que supone ese desafío. Couchsurfing se podría definir como una comunidad online de viajeros que comparte experiencias y su tiempo de manera totalmente altruista. Existe un website en el que te puedes registrar, te creas un perfil explicando quién eres, eliges la ciudad a la que vas a viajar y buscas personas que ofrecen un espacio para dormir en sus casas a cambio de nada. Como lo lees ¡te dan alojamiento gratis!
Nunca antes había probado el couchsurfing, pero en mi primer viaje como “mochilera” a Polonia he decidido hacerlo por primera vez.
Nada más aterrizar en Poznan, no tenía hotel, hostel ni airbnb reservado, solo tenía un mensaje en una app que decía que una chica que no conocía de nada me iba a dejar quedarme a dormir en su casa durante dos noches. Por un momento pasó por mi mente que puede que esa noche tuviera que buscar un plan B, pero nada más lejos de la realidad.
Julia, una chica de 23 años que había hecho couchsurfing en Portugal este verano, me recibió con una sonrisa y con una habitación para mi. Su compañera de piso estaba viajando así que tuve mi propio espacio en su acogedor apartamento.
Fue muy amable, pasamos mucho tiempo con ella, conocimos a su novio y me di cuenta desde el primer momento de que, en el fondo, lo que menos importa del couchsurfing es el hecho de no tener que pagar por un alojamiento. El couchsurfing es compartir con alguien unos días de su vida y su rutina, vivir como vive, conocer y poder hablar de cómo es su país, su cultura y como son ellos mismos.
Si me hubiera alojado en un hotel o un apartamento alquilado no hubiera tenido quien me llevara a comer a un sitio con comida polaca tradicional y barata donde comen solo los locales no los turistas, nadie me hubiera enseñado mis primeras palabras en polaco ni me habría llevado a la zona hipster de la ciudad a probar vino de la zona en mi última noche.
Mi primera vez fue tan bien que decidí volver a probarlo en Breslavia, un chico me dejó quedarme en su apartamento compartido, y él durmió en un colchón en el suelo para dejarme a mi su cama, y todo a cambio de nada.
Creo que el couchsurfing es algo que no es que lo haga porque sea gratis, sino que pagaría por volver a hacerlo si fuera necesario. Ha sido la mejor manera de conocer en primera persona cómo son los polacos, cómo viven, qué comen y cómo piensan, y estoy segura de que voy a repetirlo muchas veces más en el futuro.
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