Estoy escribiendo esto en Monastikari, el centro de Atenas donde confluye la vida social de la ciudad: lugar de encuentro para locales y visita obligada para turistas.
En ella puedes comprar souvenirs, pero también frutas y verduras. Es el ágora moderna en la que se reúnen los griegos y visitantes, como solían hacerlo hace más de 2000 años en la antiguaa dos calles de aquí.
Esta plaza que de noche no está muy iluminada es para mi un símbolo de la Atenas moderna, en la que hay más sombras que luces.
Poco queda del esplendor de la Acrópolis cuando te alejas un par de calles de la zona turística. Los turistas pasan al lado de las cientos de personas que viven en la calle sin prestarles atención porque han venido a ver el pasado de la ciudad, no un presente que tiene mucho que mejorar.
Y yo, yo hago lo mismo; paseo por la Grecia Clásica, entre lo que fueron templos dedicados a dioses ya casi casi olvidados, recorro las calles del Ágora con ojos curiosos, pero evito el centro y las calles oscuras que en realidad muestran la Atenas real, no lo que fue sino lo que es hoy.
Pero igual que lo que hoy son ruinas, se reconstruyeron y levantaron una y otra vez tras cada una de las guerras que las destruían, creo que Atenas repetirá su historia, y volverá a recuperar un poco del esplendor que iluminó el mundo. Esta vez no será con su cultura y sus ejércitos, sino que creo que su mayor arma serán los cientos de turistas que recorren cada día sus calles buscando un pasado que les impresione, pero deseando encontrar también una Atenas moderna que sea el toque final para que se enamoren de la ciudad.
Yo de momento me he enamorado de unas piedras milenarias por las que paseaban Aristóteles, Sócrates o Alejandro Magno, y que dos mil años después siguen ahí para que yo las recorra con mis deportivas en lugar de con sandalias, con la vista en un momento de la historia que hasta ahora para mi solo estaba en los libros. Y espero que si vuelvo algún día, también pueda hacerlo de la Atenas de hoy, porque de momento me ha encantado su multiculturalidad, su comida, los cafés bonitos del barrio de Plaka y sus rooftops con vistas a la Acrópolis, su ambiente urbano y la amabilidad de los atenienses, pero sus sombras me impiden amarla como lo he hecho con otras ciudades que he visitado en este viaje.
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